lunes, 26 de septiembre de 2011

LA BIBLIOTECA DE PIPPI


Seguramente no lo recordareis, porque han pasado muchos años, pero la biblioteca de Pippi en Kunterbunt (“Villa Colorines”) era una de las habitaciones que daba al porche donde solía estar refugiado Pequeño Tío. En casa de Pippi no había libros, solo “píldoras”, porque nuestra pequeña y vieja amiga no tenía tiempo para leer más que unas pocas líneas seguidas entre sus múltiples actividades legales e ilegales.
Así pues, su biblioteca estaba compuesta de multitud de hojas sueltas que se amontonaban en confusas pilas sobre las estanterías vacías, el viejo cofre pirata de su padre y la gran mesa camilla bajo la que encendía el brasero de picón.
Hoy Pippilotta Viktualia Rogaldina Shokominza Langstrumpf ha entrado a la biblioteca en uno de los esporádicos momentos en los que se atenuaba su frenética actividad. Ha tomado una de las hojas que esperan polvorientas sobre la mesa y se ha hundido en el sillón que hay bajo el ventanal. Al otro lado Pequeño Tío la observa entre orgulloso y divertido.
-¿Tu de que te ríes? -le pregunta Pippi a través del cristal polvoriento.
Esto es lo que después ha leído. 


Cuando el minero sale del pozo está tan pálido que su palidez es visible incluso a través de la máscara de polvo. Ello se debe al aire viciado que ha estado respirando, y desaparecerá al cabo de un rato. Para un hombre del sur que visita por primera vez las zonas mineras, la visión de varios centenares de mineros saliendo de un pozo resulta un espectáculo extraño y un tanto siniestro. Sus caras cubiertas de hollín revelan su agotamiento, y tienen una expresión hosca y salvaje. Fuera del trabajo, cuando llevan la cara limpia, se distinguen en poco del resto de la gente. Tienen una forma característica de andar, muy derechos y con los hombros echados hacia atrás, como reacción al constante agacharse de allá abajo. Pero la mayoría de ellos son de baja estatura, y sus ropas bastas y mal cortadas ocultan la belleza de sus cuerpos. Su rasgo físico más característico son las cicatrices azules en la nariz. Todos los mineros tienen cicatrices azules en la nariz y en la frente, que permanecerán allí hasta el día de su muerte. El polvo de carbón que satura el aire de la mina se introduce en toda pequeña herida que se produce y se queda allí al cicatrizar la piel, formando una mancha azul, como un tatuaje, pues en realidad no es otra cosa.

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