miércoles, 18 de junio de 2014

LA BIBLIOTECA DE PIPPI 38

Seguramente no lo recordareis, porque han pasado muchos años, pero la biblioteca de Pippi en Kunterbunt (“Villa Colorines”) era una de las habitaciones que daba al porche donde solía estar refugiado Pequeño Tío. En casa de Pippi no había libros, solo “píldoras”, porque nuestra pequeña y vieja amiga no tenía tiempo para leer más que unas pocas líneas seguidas entre sus múltiples actividades legales e ilegales.


Así pues, su biblioteca estaba compuesta de multitud de hojas sueltas que se amontonaban en confusas pilas sobre las estanterías vacías y la gran mesa camilla bajo la que encendía el brasero de picón.

Hoy Pippilotta Viktualia Rogaldina Shokominza Langstrumpf ha entrado a la biblioteca en uno de los esporádicos momentos en los que se atenuaba su frenética actividad. Ha tomado una de las hojas que esperan polvorientas sobre la mesa y se ha hundido en el sillón que hay bajo el ventanal. Al otro lado Pequeño Tío la observa entre orgulloso y divertido.

-¿Tu de que te ríes? -le pregunta Pippi a través del cristal polvoriento.

Esto es lo que después ha leído.



Pero precisamente porque tienes todas la probabilidades en contra, porque hay tan pocas esperanzas, es por lo que la vida es placentera aquí. Día tras día. No hay ayer ni mañana. El barómetro nunca cambia, la bandera siempre ondea a media asta. Llevas un trozo de crespón negro en el brazo, o una cintita en el ojal, y, si eres bastante afortunado como para poder pagártelas, te compras un par de extremidades artificiales, preferentemente de aluminio. Lo que no te impide disfrutar de un apéritif u observar los animales en el zoo o coquetear con los buitres que surcan los bulevares para arriba y para abajo, siempre alerta en busca de carroña fresca. Pasa el tiempo. Si eres extranjero y tienes la documentación en regla, puedes exponerte sin miedo al contagio. A ser posible, es mejor trabajar de corrector de pruebas. Comme ça, tout s'arrange. Eso significa que, si resulta que vas caminando hacia casa a las tres de la mañana y te salen al paso los polis en bicicleta, puedes dejarles con un palmo de narices.

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