miércoles, 13 de febrero de 2013

LA BIBLIOTECA DE PIPPI 18

Seguramente no lo recordareis, porque han pasado muchos años, pero la biblioteca de Pippi en Kunterbunt (“Villa Colorines”) era una de las habitaciones que daba al porche donde solía estar refugiado Pequeño Tío. En casa de Pippi no había libros, solo “píldoras”, porque nuestra pequeña y vieja amiga no tenía tiempo para leer más que unas pocas líneas seguidas entre sus múltiples actividades legales e ilegales.
Así pues, su biblioteca estaba compuesta de multitud de hojas sueltas que se amontonaban en confusas pilas sobre las estanterías vacías y la gran mesa camilla bajo la que encendía el brasero de picón.
Hoy Pippilotta Viktualia Rogaldina Shokominza Langstrumpf ha entrado a la biblioteca en uno de los esporádicos momentos en los que se atenuaba su frenética actividad. Ha tomado una de las hojas que esperan polvorientas sobre la mesa y se ha hundido en el sillón que hay bajo el ventanal. Al otro lado Pequeño Tío la observa entre orgulloso y divertido.
-¿Tu de que te ríes? -le pregunta Pippi a través del cristal polvoriento.
Esto es lo que después ha leído. 

“Por eso en tiempos bien ordenados, la música es tranquila y amena y la gobernación equilibrada. La música de una era inquieta es agitada y rabiosa, y su gobierno esta trastocado. La música de un Estado decadente es sensiblera y triste, y su gobierno peligra”
Los pasajes de este libro chino nos señalan con bastante claridad los orígenes y el sentido verdadero -y casi olvidado- de toda música. Como la danza y cualquier otro ejercicio artístico, la música fue efectivamente, en los tiempos prehistóricos, un recurso de hechicería, uno de los antiguos y legítimos medios de la magia. Empezando por el ritmo (palmear, zapatear, golpear maderas, primitivo arte tamborilesco), fue un recurso enérgico y de comprobada eficacia para poner de acuerdo a una pluralidad y mayoría de seres humanos, para llevar al mismo compás sus respiraciones, sus pulsos y sus estados de ánimo, para estimular a los hombres a la invocación y conjuro de las potencias eternales, al baile, a la competición, a las campañas guerreras, a la santa acción. Y esta esencia frontal, pura, dotada de potencia original: la esencia de un embrujo, se mantuvo para la música mucho más tiempo que para las demás artes; recuérdese sólo las numerosas manifestaciones de los historiadores y poetas en torno de la música, desde los griegos hasta la novela de Goethe. En la práctica, marcha y danza nunca perdieron su importancia. Pero volvamos al que, en rigor, es nuestro verdadero tema. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario