miércoles, 16 de enero de 2013

LA BIBLIOTECA DE PIPPI 16

Seguramente no lo recordareis, porque han pasado muchos años, pero la biblioteca de Pippi en Kunterbunt (“Villa Colorines”) era una de las habitaciones que daba al porche donde solía estar refugiado Pequeño Tío. En casa de Pippi no había libros, solo “píldoras”, porque nuestra pequeña y vieja amiga no tenía tiempo para leer más que unas pocas líneas seguidas entre sus múltiples actividades legales e ilegales.
Así pues, su biblioteca estaba compuesta de multitud de hojas sueltas que se amontonaban en confusas pilas sobre las estanterías vacías y la gran mesa camilla bajo la que encendía el brasero de picón.
Hoy Pippilotta Viktualia Rogaldina Shokominza Langstrumpf ha entrado a la biblioteca en uno de los esporádicos momentos en los que se atenuaba su frenética actividad. Ha tomado una de las hojas que esperan polvorientas sobre la mesa y se ha hundido en el sillón que hay bajo el ventanal. Al otro lado Pequeño Tío la observa entre orgulloso y divertido.
-¿Tu de que te ríes? -le pregunta Pippi a través del cristal polvoriento.
Esto es lo que después ha leído. 


En Portland, el depósito de cadáveres del condado es un salón frío y antiséptico, totalmente revestido de azulejos verdes. Los suelos y las paredes son de un verde uniforme, y el techo un poco más claro. En las paredes se abren puertas cuadradas que parecen los compartimientos para guardar equipajes en una terminal de autobuses. Los largos tubos fluorescentes paralelos, arrojan una luz neutra y helada sobre el conjunto. No es un decorado muy agradable, pero jamás se ha sabido de ningún cliente que se quejara.

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