Seguramente no lo recordareis, porque
han pasado muchos años, pero la biblioteca de Pippi en Kunterbunt
(“Villa Colorines”) era una de las habitaciones que daba al
porche donde solía estar refugiado Pequeño Tío. En casa de Pippi
no había libros, solo “píldoras”, porque nuestra pequeña y
vieja amiga no tenía tiempo para leer más que unas pocas líneas
seguidas entre sus múltiples actividades legales e ilegales.
Así pues, su biblioteca estaba
compuesta de multitud de hojas sueltas que se amontonaban en confusas
pilas sobre las estanterías vacías y la gran mesa camilla bajo la
que encendía el brasero de picón.
Hoy Pippilotta Viktualia Rogaldina
Shokominza Langstrumpf ha entrado a la biblioteca en uno de los
esporádicos momentos en los que se atenuaba su frenética actividad.
Ha tomado una de las hojas que esperan polvorientas sobre la mesa y
se ha hundido en el sillón que hay bajo el ventanal. Al otro lado
Pequeño Tío la observa entre orgulloso y divertido.
-¿Tu de que te ríes? -le pregunta
Pippi a través del cristal polvoriento.
Esto es lo que después ha leído.
17:45 Necesito ropa. Salgo a la calle.
Me compro unas bermudas. Me darían un aspecto desenfadado si no
salieran por debajo las perneras de los calzoncillos de felpa, pero
la verdad es que no puedo prescindir de ellos, pues, aunque el clima
es casi veraniego (y con tendencia a un ligero aumento de las
temperaturas), mi metabolismo se adapta mal al cuerpo humano. Tengo
siempre los pies helados, al igual que las pantorrillas y los muslos;
las rodillas, en cambio me bullen, y lo mismo me sucede con uno de
los glúteos (con el otro, no); y así sucesivamente. Lo peor es la
cabeza, quizá debido a la intensa actividad intelectual a que la
someto de continuo. Su temperatura sobrepasa a veces los 150 grados
centígrados. Para paliar este calor llevo siempre un sombrero de
copa, cuyo interior voy rellenando con cubitos de hielo que compro en
las gasolineras, pero el remedio, por desgracia, es pasajero. En
seguida el hielo se licua, el agua hierve y la chistera sale
despedida con tal potencia que las primeras que tuve aún siguen en
el aire (ahora he mejorado el sistema sujetando el ala de la chistera
al cuello de la camisa con una goma resistente).
ENLAZA AQUÍ CON EL LIBRO
(Vendido)
(Vendido)
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