miércoles, 4 de marzo de 2015

LA BIBLIOTECA DE PIPPI 44


Seguramente no lo recordareis, porque han pasado muchos años, pero la biblioteca de Pippi en Kunterbunt (“Villa Colorines”) era una de las habitaciones que daba al porche donde solía estar refugiado Pequeño Tío. En casa de Pippi no había libros, solo “píldoras”, porque nuestra pequeña y vieja amiga no tenía tiempo para leer más que unas pocas líneas seguidas entre sus múltiples actividades legales e ilegales.

Así pues, su biblioteca estaba compuesta de multitud de hojas sueltas que se amontonaban en confusas pilas sobre las estanterías vacías y la gran mesa camilla bajo la que encendía el brasero de picón.

Hoy Pippilotta Viktualia Rogaldina Shokominza Langstrumpf ha entrado a la biblioteca en uno de los esporádicos momentos en los que se atenuaba su frenética actividad. Ha tomado una de las hojas que esperan polvorientas sobre la mesa y se ha hundido en el sillón que hay bajo el ventanal. Al otro lado Pequeño Tío la observa entre orgulloso y divertido.

-¿Tu de que te ríes? -le pregunta Pippi a través del cristal polvoriento.

Esto es lo que después ha leído.


Llevo más de una docena de páginas parloteando sin parar pero hasta ahora mi único objetivo ha sido presentarme ante el lector y preparar la escena para la historia que me dispongo a narrar. Yo no soy el personaje principal de este relato. La distinción de llevar el título de protagonista de este libro corresponde a mi sobrino Tom Wood, el único hijo varón de mi difunta hermana June. La Chinche, como solíamos llamarla de pequeña, nació cuando yo tenía tres años, y fue su llegada lo que precipitó el hecho de que nuestros padres se trasladaran de un minúsculo apartamento de Brooklyn a una casa de Garden City, en Long Island. Siempre hicimos muy buenas migas, June y yo, y cuando se casó veinticuatro años más tarde (seis meses después de la muerte de nuestro padre), fui yo quien la condujo al altar y la entregó a su marido, un periodista de la sección de economía del New York Times llamado Christopher Wood. Tuvieron dos hijos (mi sobrino Tom, y mi sobrina, Aurora), pero el matrimonio se rompió al cabo de quince años. Un par de años después, June volvió a casarse, y de nuevo la acompañé hasta el altar. Su segundo marido era un acomodado agente de Bolsa de Nueva Jersey, Philip Sorn, cuyo bagaje incluía a dos ex esposas y una hija ya crecida, Pamela. Luego, a la edad horriblemente joven de cuarenta y nueve años, una tarde sofocante de mediados de agosto June sufrió una hemorragia cerebral masiva mientras trabajaba en el jardín y murió al día siguiente antes de que volviera a salir el sol. Para su hermano mayor, fue sin duda el golpe más duro que había recibido en la vida, y ni siquiera el cáncer y la amenaza de la muerte unos años después le causó tanto dolor como el que sintió entonces.

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