Así pues, su biblioteca estaba compuesta de multitud de hojas sueltas que se amontonaban en confusas pilas sobre las estanterías vacías y la gran mesa camilla bajo la que encendía el brasero de picón.
Hoy Pippilotta Viktualia Rogaldina Shokominza Langstrumpf ha entrado a la biblioteca en uno de los esporádicos momentos en los que se atenuaba su frenética actividad. Ha tomado una de las hojas que esperan polvorientas sobre la mesa y se ha hundido en el sillón que hay bajo el ventanal. Al otro lado Pequeño Tío la observa entre orgulloso y divertido.
-¿Tu de que te ríes? -le pregunta Pippi a través del cristal polvoriento.
Esto es lo que después ha leído.
En la facultad de bellas artes, Misty
conocía a una chica que encendió una licuadora de cocina llena de
cemento húmedo hasta que el motor se quemó en medio de una nube de
humo amargo. Aquella era su declaración acerca de la vida como ama
de casa. Es probable que ahora mismo esa chica viva en un loft y esté
comiendo yogur orgánico. Que sea rica y pueda cruzar las piernas a
la altura de la rodilla.
Otra chica que Misty conoció en la
facultad representaba una obra en tres actos con marionetas dentro de
la boca. Se trataba de disfraces pequeñitos dentro de los cuales
metía la lengua. Los disfraces extra se guardaban dentro del
carrillo, como en los bastidores de un escenario. Para cambiar de
escena, simplemente cerraba los labios como si fuera un telón. Los
dientes eran los focos y el arco del proscenio. Y metía la lengua en
el siguiente disfraz. Después de representar una obra de tres actos,
la chica tenía estrías alrededor de la boca. Los músculos
orbicularis oris se quedaban deformados.
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