Seguramente
no lo recordareis, porque han pasado muchos años, pero la biblioteca
de Pippi en Kunterbunt (“Villa Colorines”) era una de las
habitaciones que daba al porche donde solía estar refugiado Pequeño
Tío. En casa de Pippi no había libros, solo “píldoras”, porque
nuestra pequeña y vieja amiga no tenía tiempo para leer más que
unas pocas líneas seguidas entre sus múltiples actividades legales
e ilegales.
Así
pues, su biblioteca estaba compuesta de multitud de hojas sueltas que
se amontonaban en confusas pilas sobre las estanterías vacías y la
gran mesa camilla bajo la que encendía el brasero de picón.
Hoy
Pippilotta Viktualia Rogaldina Shokominza Langstrumpf ha entrado a la
biblioteca en uno de los esporádicos momentos en los que se atenuaba
su frenética actividad. Ha tomado una de las hojas que esperan
polvorientas sobre la mesa y se ha hundido en el sillón que hay bajo
el ventanal. Al otro lado Pequeño Tío la observa entre orgulloso y
divertido.
-¿Tu
de que te ríes? -le pregunta Pippi a través del cristal
polvoriento.
Esto
es lo que después ha leído.
En
algún rincón de este mundo vive un filósofo excepcional, una chica
que se llama Florie Rotondo.
El
otro día, en una revista que recopila redacciones de colegiales, di
con una de sus reflexiones. Decía así: Si pudiese hacer lo que
quisiera, me iría al centro de la Tierra, nuestro planeta, y
buscaría uranio, rubíes y oro. Intentaría encontrar Monstruos
Perfectos. Después me iría a vivir al campo. Florie Rotondo, ocho
años.
Florie,
cariño, se muy bien a qué te refieres, aunque tú misma no lo
sepas:¿cómo podrías saberlo, con sólo ocho años?
Porque
yo he estado en el centro de la Tierra. O, en cualquier caso, he
padecido las tribulaciones que un viaje de ese tipo puede infligir.
He buscado uranio, rubíes, oro y, por el camino, he observado a
otros que buscaban lo mismo. Y escúchame, Florie, ¡he encontrado
Monstruos Perfectos! Y también Imperfectos. Aunque la variedad de
los Perfectos sea rara avis, como lo son las trufas blancas
comparadas con las negras y los espárragos silvestres frente a los
de huerta. Lo único que no he hecho ha sido irme al campo.
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