Seguramente no lo recordareis, porque
han pasado muchos años, pero la biblioteca de Pippi en Kunterbunt
(“Villa Colorines”) era una de las habitaciones que daba al
porche donde solía estar refugiado Pequeño Tío. En casa de Pippi
no había libros, solo “píldoras”, porque nuestra pequeña y
vieja amiga no tenía tiempo para leer más que unas pocas líneas
seguidas entre sus múltiples actividades legales e ilegales.
Así pues, su biblioteca estaba
compuesta de multitud de hojas sueltas que se amontonaban en confusas
pilas sobre las estanterías vacías y la gran mesa camilla bajo la
que encendía el brasero de picón.
Hoy Pippilotta Viktualia Rogaldina
Shokominza Langstrumpf ha entrado a la biblioteca en uno de los
esporádicos momentos en los que se atenuaba su frenética actividad.
Ha tomado una de las hojas que esperan polvorientas sobre la mesa y
se ha hundido en el sillón que hay bajo el ventanal. Al otro lado
Pequeño Tío la observa entre orgulloso y divertido.
-¿Tu de que te ríes? -le pregunta
Pippi a través del cristal polvoriento.
Esto es lo que después ha leído.
¿Qué era lo que conectaba un extremo
de la Galaxia con “el otro extremo”? ¿Era una línea recta, una
espiral, un círculo, o qué?
Y ahora, luminosamente, Trevize
comprendió que no era una línea, ni una curva, lo que debía, o
podía dibujarse sobre el mapa de la Galaxia. Era algo más sutil
que esto. Estaba completamente claro que uno de los extremos de la
Galaxia era Términus. Se hallaba en el límite de la Galaxia, sí,
nuestro límite del a Fundación, que daba a la palabra “extremo”
un sentido literal. Sin embargo, también era el mundo más nuevo de
la Galaxia en época de Seldon, un mundo que estaba a punto de
fundarse, que aún no había contado para nada.
¿Qué sería el otro extremo de la
Galaxia, desde este punto de vista? ¿El límite de la otra
Fundación? ¿El mundo más vejo de la Galaxia? Y según el argumento
expuesto por Perolat, sin saber qué estaba exponiendo, sólo podía
ser la Tierra. La Segunda Fundación bien podía estar en la Tierra.
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