lunes, 19 de marzo de 2012

LA BIBLIOTECA DE PIPPI 8


Seguramente no lo recordareis, porque han pasado muchos años, pero la biblioteca de Pippi en Kunterbunt (“Villa Colorines”) era una de las habitaciones que daba al porche donde solía estar refugiado Pequeño Tío. En casa de Pippi no había libros, solo “píldoras”, porque nuestra pequeña y vieja amiga no tenía tiempo para leer más que unas pocas líneas seguidas entre sus múltiples actividades legales e ilegales.
Así pues, su biblioteca estaba compuesta de multitud de hojas sueltas que se amontonaban en confusas pilas sobre las estanterías vacías y la gran mesa camilla bajo la que encendía el brasero de picón.
Hoy Pippilotta Viktualia Rogaldina Shokominza Langstrumpf ha entrado a la biblioteca en uno de los esporádicos momentos en los que se atenuaba su frenética actividad. Ha tomado una de las hojas que esperan polvorientas sobre la mesa y se ha hundido en el sillón que hay bajo el ventanal. Al otro lado Pequeño Tío la observa entre orgulloso y divertido.
-¿Tu de que te ríes? -le pregunta Pippi a través del cristal polvoriento.
Esto es lo que después ha leído. 

Todo el pueblo de la selva sabía dónde estaba este sitio, pero ninguno de ellos iba nunca allí, porque lo que llamaban las Moradas Frías era una antigua ciudad abandonada, perdida y enterrada en la selva, y pocas veces se ve que las fieras usen un sitio donde antes estuvieron los hombres. Lo hará el jabalí; pero no las tribus cazadoras. Por otra parte, los mismos monos vivían allí tan poco como en cualquier otro punto fijo, y ningún animal que se respetara algo se hubiera acercado hasta la distancia que alcanza la vista, excepto en épocas de sequía, cuando las medio arruinadas cisternas y los estanques conservaban un poco de agua.


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